El Sahel atraviesa una profunda crisis marcada por la pobreza, la inseguridad y el crecimiento del terrorismo yihadista, especialmente tras la retirada de las tropas occidentales y francesas, que anteriormente controlaban la región. Los países del bloque, como Mali, Burkina Faso y Níger, gobernados por juntas militares desde 2020-2023, enfrentan un aumento de grupos extremistas como JNIM y Estado Islámico, que avanzan en territorios estratégicos y atacan ciudades importantes, alimentados por la pobreza extrema y la influencia de potencias como Rusia, China e Irán. Las rivalidades internas entre estos grupos, sumadas a la participación extranjera, generan una escalada de violencia con numerosas bajas y una situación cada vez más incontrolable, similar a escenarios de conflictos en Afganistán o Siria. La lucha por el control territorial y recursos, además de las disputas ideológicas, mantienen una violencia que parece imparable en la región.
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