La crisis hídrica actual en Mauritania tiene su origen en debilidades del sistema de abastecimiento de Aftout Essahli, que ya operaba al límite de su capacidad. La rehabilitación y extensión de sus instalaciones, que deberían haberse finalizado antes de 2020, se retrasaron. La turbidez del río Senegal aumentó hasta aproximadamente 2.400 NTU, colmatando los filtros y reduciendo la producción de 130.000 m³ diarios a 70.000 m³. Este evento mostró la vulnerabilidad de una red envejecida ante condiciones climáticas extremas, que afectan la calidad del agua en variaciones estacionales.

En respuesta, la ministra Amal Mint Maouloud puso en marcha una nueva estación de tratamiento en Beni Naaji, con cuatro unidades operativas en agosto, logrando reducir los sedimentos y recuperar cerca del 75 % de la capacidad original. La producción en Nouakchott se incrementó de 170.000 m³ a casi 195.000 m³ diarios. Además, se lanzaron proyectos de desalinización para diversificar las fuentes de agua en el medio plazo, que ya muestran resultados alentadores.

La crisis se ha convertido en una controversia política, con protestas y acusaciones contra la ministra.

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